Eventos letrados

Concepto

Eventos letrados es un concepto emanado de los nuevos estudios de literacidad. Siguiendo a Barton y Hamilton, la unidad de estudio es el evento letrado como actividad donde se produce una interacción pautada en torno a la lectura y la escritura; es decir, debe ser un episodio observable, repetitivo y regular mediado por un texto, que supone un propósito, actores, un tipo de registro de lenguaje, y tipos de textos (Barton y Hamilton 2005: 114). El énfasis de los estudios de alfabetización debe estar en la identificación de eventos letrados y en el análisis de sus componentes y significados que permitan entender mejor las prácticas sociales de los mediadores y maestros, asociadas a las distintas clases de literacidad.

La actualidad del concepto es innegable. Cuando hablamos de eventos letrados tenemos que pensar en los nuevos escenarios y parámetros de la sociedad actual:

  • Los nuevos objetos culturales digitales. 
  • La convergencia de nuevos y viejos lenguajes y medios (por ejemplo, novela gráfica). 
  • La diversidad de proyectos culturales, fruto de un pensamiento diverso y basado en la multiculturalidad. 
  • La gratuidad como valor cultural y el anticonsumismo. 
  • El afloramiento de comunidades, redes e identidades virtuales (Second Life). 

 

 

Análisis

Registrar los eventos letrados en un marco local puede equivaler a rastrear todos los usos de la lectura y la escritura, partiendo de los niveles más primarios y de las prácticas más marginales e invisibles, con un enfoque inclusivo (distintas procedencias, edades, extracción social, oficios o niveles de estudios). Entender, en suma, cuáles son las prácticas relacionadas con la literacidad, pero no solo en los medios clásicos, como el libro, la revista y cuadernos (escritura tipográfica y manuscrita), sino también en convivencia en los nuevos lenguajes, medios de comunicación y contextos de la sociedad actual (por ejemplo, la publicidad y su uso de la tipografía; la letra en el ordenador, los móviles o la realidad virtual; el cómic, manga y anime; los teletextos, subtítulos y rótulos; las nuevas expresiones urbanas, anuncios, grafitis, sticking, cartelería, collages, etc.


Aproximación sociocrítica
Debe asumirse lo que F. Uccelli indica a propósito de las prácticas letradas en el mundo educativo y cultural. La aproximación teórica de este trabajo toma el enfoque de la literacidad como práctica social (Barton y Hamilton, 1998) y, por tanto, plantea que esta no es unívoca, sino que es (y ha sido) recreada localmente sobre la base de los valores, representaciones y prácticas que han variado históricamente, y de los cuales es importante que sean conscientes los propios maestros para el desarrollo de sus competencias profesionales. En este marco, el análisis de las prácticas letradas del docente en el aula y en contextos situados supone analizar tanto las actividades usadas en la enseñanza como los usos, estereotipos y percepciones que sobre la literacidad muestra el docente. Se trata de poner de manifiesto lo que ciertos grupos (particularmente, maestros en formación, docentes en activo y otros mediadores de lectura como colectivos de contraste) hacen con la literacidad: de las actividades sociales, de los pensamientos y significados de esas actividades sociales, y de los textos utilizados en ellas (Barton y Hamilton, 2005: 109).

La aproximación sociocrítica a la descripción de los eventos de lectura ha abierto una dimensión que no es reduccionista; es decir, no trata de interpretar la complejidad de la misma en términos exclusivamente sociológicos, pero sí de subrayar que las prácticas de lectura se dan en un entorno cultural y en un marco social claramente contextualizados. La lectura no es solo un desempeño individual, como lo es la capacidad de visión o de audición, sino una práctica socialmente vehiculada y condicionada. Las prácticas de lectura surgen siempre de interacciones sociales y culturales, de modo que los antiguos antagonismos entre lo individual y lo colectivo, lo espiritual y lo material, se pueden conciliar o superar fácilmente, porque ambas dimensiones están siempre entreveradas en el mismo tapiz que forma un determinado paisaje cultural. Incluso cuando hablamos de una lectura silenciosa, en un cuarto privado, que parece una práctica asocial, no olvidemos que esta forma canónica de lectura surge de una determinada evolución de la privacidad y de la imagen de la mujer en el seno de la burguesía en el siglo xix, frente a la lectura socializada imperante siglos atrás o a la lectura compartida por los fans, a través de cosplay y otras performances, donde la mujer precisamente es también protagonista.

 

Apertura de la noción de evento letrado hacia una concepción más inclusiva

A tenor de los nuevos estudios de literacidad, es precisa una apertura semiótica del concepto de lectura y escritura, que incorpore no solo las prácticas dominantes o visibles, sino también aquellas más vernáculas o espontáneas, y por ello menos visibles. También hay que incorporar los eventos asociados a una cultura digital o postipográfica, de forma que se haga patente la ósmosis entre la palabra oral, la escrita y la jugada o representada. Nadie debería dudar que la retórica clásica era un excelente cultivo de la palabra, igual que lo es la llamada literatura dramática o lo que describe Ong como oralidad secundaria, formas todas que participan de la palabra literal (Lázaro Carreter), de la palabra cultivada, hecha para perdurar. Lo que sí varía notablemente en cada caso es la forma de los soportes y del canal de comunicación: podemos hablar del artefacto libro, donde la historia se desliza linealmente entre sus páginas; del cuentacuentos clásico, que actúa a caballo entre el comentario discursivo y la historia; podemos hablar, en fin, del mensaje dramático-lúdico de la palabra «en ostensión» y de los códigos no verbales que lo acompañan (por ejemplo, hoy los fans gustan de disfrazarse de sus héroes favoritos, en las llamadas cosplay, y van ataviados con todos los objetos emblemáticos de estas historias). Actualmente, es difícil delimitar de forma precisa los bordes entre la oralidad, la escritura y los lenguajes audiovisuales, teatrales o electrónicos como discursos que se superponen tanto en el pasado como en la vida contemporánea. Frente a una visión excluyente de la cultura letrada clásica, que reducía la cultura escrita a su expresión consagrada, los clásicos, y al libro, como continente o referente central, hoy tales límites son mucho más evanescentes y flexibles, y los nuevos lectores son híbridos y capaces de simultanear la versión libro de un clásico con sus réplicas en cine u otros formatos.

 

Implicaciones

Relación entre identidades, modelos culturales y prácticas letradas

El principal problema práctico es que la cultura escrita clásica generaba un canon y una actitud logocéntrica que ha entrado en conflicto con la moderna cultura mediática, más proclive a las modas y demandas del mercado, y también con la cultura digital, que tampoco acepta la autoridad del canon clásico y además se mueve conforme a unos principios de convergencia de medios y de participación (Jenkins) que ponen en cuestión los conceptos y límites clásicos entre autor, texto y obra (véanse nociones como escrilector, fan fiction...). Con todo, el reto del educador es conciliar estas distintas culturas que gravitan sobre el ciudadano del siglo xxi y llegar a síntesis originales y no solo de utilidad personal, sino social (emprendimiento), pues del diálogo con los clásicos (Calvino, 1992) es posible seguir extrayendo experiencias y propuestas de interés, como las de Caro Valverde (2006). El riesgo es que los valores del pasado o el canon académico ya no son tan indiscutibles y son cuestionados justamente por estas prácticas culturales cada vez más abiertas. Lógicamente, esto trae un cambio profundo en la enseñanza, en la cultura y en las políticas de juventud, que nos lleva a ciertas encrucijadas. Para Chartier (1994), la lectura entendida como apropiación implica un uso y unas prácticas alrededor de los objetos culturales dentro de un determinado contexto histórico. Las prácticas o eventos letrados deben contribuir a resignificar los actos de lectura y escritura en estos nuevos contextos.

Por tanto, no hay lecturas inapropiadas en el sentido clásico, por trabas morales o prejuicios, sino porque el sistema cultural las coloque en una posición marginal o periférica; la industria del entretenimiento ha colocado, por ejemplo, a las ficciones de fantasía –y a todos sus lenguajes y artefactos– en el epicentro de la diversión de masas, mientras que el artefacto cultural por excelencia, el libro, se estanca o crece solo de forma relativa. La solución no está en la separación de estas prácticas, o en la exclusión académica de las performances, ficciones de fantasía u otras prácticas informales, sino, justo al contrario, en integrar o hibridar ese conjunto de praxis.

 

Nuevos focos de interés

Por tanto, el foco de interés no será solo la hoja escrita, a la que estamos tan habituados, sino todo ese continuum de palabra oral, escrita, recitada, actuada, dibujada... Incluso las experiencias de integración de códigos van cada vez más allá: primero fueron los emblemas, las ilustraciones, los experimentos de poesía visual. Actualmente, la novela gráfica ha tratado de poner en equilibrio las representaciones visuales y las verbales. La écfrasis es la figura retórica consistente en reproducir una imagen visual, como un cuadro. Pues bien, en la ficción fantástica, cada vez más, la narrativa verbal se apoya en las representaciones previas icónicas, como es el caso de los mundos imaginarios diseñados. En el ciberpunk, por ejemplo, la narrativa verbal y toda la iconografía son códigos que se acercan cada vez con más fuerza, de modo que una determinada plástica, moda o iconología se imponen, en un paradigma de esa ósmosis entre los códigos artísticos.

Los nuevos alfabetismos, la imagen, la fotografía, el cine, los videojuegos, etc., han modelado su propio lenguaje sobre estos patrones narrativos del lenguaje. La no cultura escrita no es precisamente la del cómic, el cine o el videojuego, porque estos arman ficciones en todo similares a los mitos primordiales del aedo clásico o a las historias del escritor moderno, aunque varíen los puntos de vista o las voces de la narración. La paleta de instrumentos del que escribe se ha ampliado en las últimas décadas y hasta los textos expositivos más corrientes incluyen todo tipo de grafismos, como esquemas, ilustraciones, logotipos, etc. La diferencia está en que al escribir debemos activar de forma consciente todo un conjunto de operaciones mentales o cognitivas (véase Modelo Hayes?Flower), y ello nos da una referencia propia, personal, acerca de nuestras propias ideas y capacidades, por eso decía Olson que «escribir lleva al descubrimiento de la conciencia».

Por otro lado, la cultura de la información, el acceso a todo tipo de soportes externos, la coparticipación (por ejemplo, Wikipedia), nos llevan cada vez más a compartir nuestras habilidades con otros, de modo que esa conciencia es cada vez más vivenciada como una conciencia compartida. Escribir hoy es también elegir la palabra perdurable («literal», Lázaro Carreter), la que queremos que lleve una impronta particular, y para ello acudimos en primer lugar a nuestra memoria, esto es, a otras escrituras, puesto que la escritura sirvió desde los primeros tiempos como tesoro de la memoria. Esa palabra perdurable no tiene sentido más que en unos entornos dados, donde los actos se llenan de contenido e intención, donde los textos no son simplemente leídos o entendidos, sino puestos en valor (o en desvalor). Los eventos letrados, el canon, la marginalidad cultural, todo ello determina la visibilidad o invisibilidad de una práctica letrada y, por tanto, de sus textos y participantes. Los fans actuales, lejos del complejo de marginalidad que podría suponérseles por el desprecio de la high culture, se enorgullecen de sus fervores por los superhéroes, sagas y otras creaciones de culto, y dan y se dan visibilidad (Martos García, 2011).

La escuela será importante en la medida en que sepa ofrecer este currículum plural, polialfabetizado, poroso, y conciliar memoria y modernidad, tradición y futuro. La distinción entre textos fungibles y textos literales (Lázaro Carreter), destinados a ser valorados en sus propios términos, abriría la puerta más interesante de la cultura escrita; aquella que no es simple vicaria del lenguaje funcional, sino que alberga los tesoros de la poesía, el ritmo, el pensamiento, las historias o el drama.

 

Referencias

 


Barton, D. y Hamilton M. (1998), «La literacidadentendida como práctica social», en Zavala, V., Niño-Murcia, M. y Ames, P.(eds.), Escritura y Sociedad. Nuevas perspectivas teóricas y etnográficas, Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 2004.

Campos F.-Fígares, M. (2010), «Narrar para construir un pasado», en Campos, M., Núñez, G. y Martos, E., ¿Por qué narrar? Cuentos contados y cuentos por contar, Cuenca: Universidad de Castilla-La Mancha.

Campos F.-Fígares, M. (2010), «La crítica en la plaza pública. Siglos xviii y xix», Ocnos, 6.

Chartier, R. (1984 c), Urban reading practices, 1660-1780, en Martin, H.-J. y Chartier, R. (eds.), Histoire de l’édition française, vol. 2, pp. 402-429, Paris: Promodis.

Comprone, J. (1986), The meaning of literacy in a culture of writing and reading, paper presented at the meeting of the Conference
on College Composition and Communication, New Orleans: LA.

De la Piedra, M. (2004), «Oralidad y escritura: el rol de los intermediarios de literacidad en una comunidad quechua-hablante de
los Andes peruanos», en Zavala, V., Niño- Murcia, M. y Ames, P. (eds.), Escritura y Sociedad. Nuevas perspectivas teóricas y etnográficas, Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú.

Eguren, M., de Belaunde, C. y González, N. (2005), Recursos desarticulados. El uso de textos en la escuela pública, Lima: IEP.

Ferreiro, E. (1985 a), «Literacy development: A psychogenetic perspective», en Olson, D. R., Torrance, N. y Hildyard, A. (eds.),
Literacy, language and learning: The nature and consequences of readingand writing, pp. 217-228, Cambridge: Cambridge University Press.

Glaser, B. y Strauss, A. (1967), El desarrollo de la teoría fundada, Chicago, Illinois:
Aldine. Hammersley, M. y Atkinson, P. (1994), Etnografía:métodos de investigación, Barcelona: Paidós.

Lund, S. (1997), «On the margin. Setter Exchange among Andean non literates», en Howard-Malverde, R., Creating Context
in Andean Cultures, Oxford: Oxford University Press.

Uccelli, F. (1999), «Educación y democracia en el sur andino: posibilidades y esfuerzosde las familias campesinas para educar a sus hijos», en Tanaka, M. (comp.), El poder visto desde abajo. Democracia,educación y ciudadanía en espacios locales, Lima: IEP.

Zavala, V. (2004), «Literacidad y desarrollo: los discursos del Programa nacional de Alfabetización en el Perú», en Zavala, V., Niño-
Murcia, M. y Ames, P. (eds.), Escritura y Sociedad. Nuevas perspectivas teóricas y etnográficas, Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú.

Fecha de ultima modificación: 2014-02-06